Relación figura-fondo
En las obras pictóricas, algunos objetos se perciben “delante”, y otros “detrás”, permitiéndonos dilucidar qué cantidad de planos, de profundidad contienen y qué relaciones establecen con respecto a la ubicación, tamaño, etc.


El contenido: denotación - connotación
Rudolph Arnheim, filósofo alemán que se especializó en el análisis de la obra de arte y en las claves de su producción, escribió que “toda obra de arte debe expresar algo. Esto significa, en primer lugar, que el contenido de la obra debe ir más allá de la presentación de los objetos individuales que la constituyen”.
Pero para analizar una pintura no es suficiente este aspecto.
Si nos guiamos únicamente por los signos icónicos, lo máximo que podemos llegar a decir de la obra de Van Gogh es que representa un hombre vendado fumando. Cuando frente a una obra de arte sólo nos atenemos al significado explícito -lo más claramente denotado-, estamos renunciando al desafío de hallar lo implícito. Este desafío consiste en descubrir qué connota la obra, qué nos quiere decir más allá de lo que muestra, y para dilucidarlo tenemos que agregar a nuestro análisis el aporte de los signos plásticos.

Así, una composición llena de colores vivos y luminosos, nos connota alegría y vivacidad. Una pintura con colores ocres y apagados, que presenta pocos contrastes, puede transmitirnos tristeza u opresión.
Cuando hablamos de forma como signo plástico, no nos referimos a la figura en sí, sino al modo en el que ésta ha sido organizada y la manera en que interactua con las demás. Pueden estar en armonía o contrastar duramente. Pueden ser violentas o suaves, grandes o pequeñas, desdibujadas o firmes. El estilo con que desarrollen las formas constituirá el sello de expresión de la obra. Volviendo a la obra de Van Gogh, están recargadas de una fuerte expresividad, en parte, gracias a las formas convulsionadas y ondulantes con las que ha trazado el fondo. Esas ondulaciones, por sí solas, nada significarían. Pero situadas detrás de rostros, edificios u otros objetos, le otorgan a la obra una enorme carga de movimiento y exaltación, que de algún modo nos habla de la interioridad del pintor.
Tras identificar lo icónico, entonces, hay que averiguar cómo ha sido modificado por lo plástico, y de qué manera la fuerza expresiva de la obra se transmiten a través de ambos aspectos.
Esos objetos individuales, los primeros que identificamos, son los representativos o denotativos, es decir, aquellos que se identifican sin esfuerzo. También han sido denominados signos icónicos. Si tomamos como ejemplo "Autorretrato con la oreja vendada" de Van Gogh, los signos icónicos son la figura del hombre con su pipa y vendajes.
En un cuadro abstracto, un signo icónico puede ser un círculo coloreado o una mancha sin forma específica, etc.

Si nos guiamos únicamente por los signos icónicos, lo máximo que podemos llegar a decir de la obra de Van Gogh es que representa un hombre vendado fumando. Cuando frente a una obra de arte sólo nos atenemos al significado explícito -lo más claramente denotado-, estamos renunciando al desafío de hallar lo implícito. Este desafío consiste en descubrir qué connota la obra, qué nos quiere decir más allá de lo que muestra, y para dilucidarlo tenemos que agregar a nuestro análisis el aporte de los signos plásticos.
Textura, forma, color
Estos tres elementos, del que se valen todos los pintores, son imprescindibles para terminar de comprender la fuerza expresiva de la obra. Ninguno de ellos significa por sí solo, pero al utilizarlos dentro del contexto de una obra, cargan a la misma de sentido.


La textura de la que se ha valido el artista puede producirnos distintas emociones. Ésta puede ser creada por efecto de colores, o directamente por el trazo del pincel. Un trazo grueso y furioso puede transmitirnos inquietud. Un trazo suave y fino nos transmitirá calma.


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